Ante la situación extraordinaria que vivimos en estos meses, y al igual que todas las instituciones educativas, nos vimos impulsados a cambiar en un tiempo muy corto nuestra modalidad de trabajo para la enseñanza. Así, en un tiempo tan corto como una semana, hicimos a nivel institucional y departamental el cambio para reabrir nuestras actividades docentes con una modalidad totalmente en línea.
Fue esto un reto, un desafío para todos los involucrados. Los docentes tuvieron que echar mano de las habilidades en tecnologías de la información que supieran manejar, para mover sus exposiciones a tal modalidad. Los estudiantes, ahora en el seno de sus hogares y bajo el amparo más directo de sus padres, madres y encargados/as, han tenido que adaptar sus hábitos y rutinas para llevar esta responsabilidad sin salir del refugio natal.
Todo cambio conlleva ventajas y desventajas. Está en nosotros esforzarnos por sacar provecho de los primeros y minimizar el efecto de lo postreros.

Vemos cómo con las tecnologías actuales el tiempo se convierte en un recurso más flexible en cuanto a su administración por parte de los involucrados. Por ejemplo, los estudiantes ya no están obligados a horarios de dedicación a sus deberes, y en esa flexibilidad pueden acomodar de manera totalmente personalizada las tareas que han de realizar. Algo muy similar ocurre en el ámbito de los educadores.
El ya no tener que movilizarse para estar presente físicamente ante sus estudiantes es algo que puede considerarse ventajoso, pues evita varios inconvenientes, entre ellos el factor económico y de riesgo.
La modalidad de evaluación en línea ofrece ventajas que ameritan un apartado especial para su reflexión. Hemos tenido el agrado de publicarlo en adjunto.
El aspecto negativo, al igual que la otra cara de la moneda, es la moneda misma. Quiero con esto expresar que los aspectos antes mencionados como ventajas, pueden tornarse en desventajas, dependiendo de nuestra reacción o acogimiento que a ellos presentemos.

Es esa misma flexibilidad en la administración del tiempo la que puede convertirse en un problema o desorganización personal. Esta modalidad de trabajo exige de ciertas aptitudes psicológicas que pueden estar débiles en los involucrados. El estudiante, por ejemplo, puede caer en el atenimiento y acentuar el quehacer del mañana, dejando acumular su trabajo hasta que llega el tiempo de la evaluación.
La comunicación debería verse mejorada con estos medios tan eficientes e instantáneos, pero es muy probable que suceda lo contrario, lo cual puede reflejarse en un desatino por parte de los estudiantes.

Vemos entonces que esta modalidad exige un despliegue y desarrollo de una disciplina más consciente en la administración del tiempo. Aquellas horas que diariamente son utilizadas para transporte ahora deberían reflejar una mayor dedicación a los cursos y, consecuentemente, mejores resultados en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Concluimos diciendo que esto ha sido una prueba de que, a través de la organización y trabajo en equipo, se pueden realizar proyectos relevantes en tiempos muy cortos, además de implementar metodologías usando creativamente los recursos disponibles.
A medida que el proceso avanza, hemos venido monitoreando la eficiencia del nuevo sistema de trabajo, y con asombro vamos encontrando que es perfectamente posible impartir la educación superior en esta modalidad.
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